jueves, 11 de junio de 2009

El día después del Juicio Final


Terminator 4


El desvanecimiento del T-800 bajo el abrasante calor de la cuba industrial con el que finalizaba Terminator 2 liberó a John Connor del horrible destino al que había sido condenado por su condición de Mesías. Un destino que James Cameron escenificó a través de un apocalíptico futuro marcado por el visceral conflicto entre máquinas y humanos. Pero estas irreprochables narraciones sobre futuras batallas eran demasiado apetitosas como para ser olvidadas por las codiciosas mentes que rigen Hollywood, y de esta forma, sirviéndose de los vacíos argumentales derivados de los viajes temporales que asolaban Terminator 3, revivieron aquel fatídico destino. Pero si el director de Aliens imaginó el futuro como el crepuscular ocaso de la humanidad, en esta cuarta entrega se nos presenta como el perfecto escenario sobre el que edificar el prototipo de blockbuster que verano tras verano colapsa la taquilla de medio mundo haciendo las delicias del público menos exigente. De esta forma, batallas, persecuciones, tiroteos, pirotecnia y deslumbrantes efectos visuales revisten una narración hueca de contenido que condena a la artificialidad a una película cuyo potencial narrativo podía haber hecho de ella la entrega más humana de una saga que jamás debió de huir de las manos de su creador.