martes, 2 de septiembre de 2008

Una bien dada patada en la entrepierna


El magistral director David Fincher fue preguntado en una ocasión por la razón de porqué sus películas encandilaban a la crítica pero resultaban sonoros fracasos de taquilla. Ante esto, el director de El club de la lucha respondió que realizaba un cine que pretendía reflejar la mierda en la que se estaba convirtiendo la sociedad, y que gran parte del público no estaba aún preparado para asimilar esta realidad. Desde el punto de vista de un servidor, este es el extraño fenómeno que ha experimentado la serie televisiva Jericho, que bien podría ser descrita como una estupenda patada en la entrepierna a la política militar estadounidense.

La segunda temporada de esta maltrecha serie comenzó en Febrero de 2008 dentro de un derrotado panorama televisivo, herido como consecuencia de la grave huelga de guionista que estaba padeciendo la ficción norteamericana. La ausencia de una fuerte competencia hacía prever un importante éxito en lo que ha público se refiere, pero esta utopía no se consolidó y en poco más de un mes la serie creada por Stephen Chbosky, Josh Schaer y Jonathan E.Steinberg había sido cancelada por segunda vez en apenas 10 meses.

La serie narraba el día a día de un pequeño pueblo del estado de Kansas después de que las ciudades más importantes de Estados Unidos hubiesen sufrido un ataque nuclear, desatándose un estado anárquico. Sobre esta cautivadora premisa iniciaba Jericho su andadura televisiva en Septiembre de 2006, pero la falta de carisma de gran parte del reparto y la desafortunada decisión del equipo creativo de centrar la trama en las relaciones de los habitantes del pueblo en lugar de en resolver el sugestivo enigma de quién había causado el desastre nuclear, provocó que el público terminase por dar la espalda a este proyecto, obligando a la cadena norteamericana CBS a cancelar el programa tras una nefasta primera temporada.

Paralelamente, dentro de ese monstruo tecnológico que conocemos como Internet se había consolidado una amplia legión de fans que no estaban dispuestos a no volver a saber más de los habitantes de Jericho, por lo que a mediados de mayo de 2007 se inició una curiosa cruzada de protesta fundamentada en el envío diario de millones de cacahuetes a la sede de la CBS. En poco más de un mes se produjo el triunfo de este peculiar acto de rebeldía y Jericho fue renovado para 7 nuevos episodios.

En esta segunda temporada, la trama se centró en los esfuerzos de Jake y Hawkins (los 2 personajes principales) para vencer al responsable del ataque nuclear, pero esto era tan solo el embalaje de una pronunciada crítica contra la política llevada acabo por la administración Bush en Irak. Quizás esta tema de protesta pueda resultar monótono, más teniendo en cuenta su similitud con las decenas de películas que los últimos años han ido inundando nuestra cartelera (El Valle de Elah, La guerra de Charlie Wilson, Redacted, etc...), pero Jericho innova en la forma de introducir la crítica, utilizando el contexto social, económico y político en el que viven los personajes, semejante a la realidad del pueblo iraquí, para ofrecer una ficticia visión en la que son los propios ciudadanos americanos quienes sufren las secuelas de un estado impuesto de forma ilegitima. El brazo ejecutor de este poder recae al igual que en la segunda guerra del golfo, en los denominados contratistas, mercenarios del siglo XXI, cuya principal arma es su impunidad ante la ley, violando los derechos humanos sin consecuencia alguna.
El ejército norteamericano, reforzado por los ya mencionados mercenarios, irrumpió en 2003 en el estado iraquí simulando ser un esperanzador Mesías dispuesto a restaurar la paz en el territorio. Pero la anteposición de sus intereses y los de las hambrientas multinacionales que sufragan sus gastos, provocó que este salvador se terminase convirtiendo en un nuevo estado totalitario, sin escrúpulos a la hora de imponer su visión del orden. Los responsables de Jericho se bastan de tan solo 7 episodios para reflejar esta cruda realidad y ofrecer así su posición respecto a este conflictivo tema, que en 5 años después sigue ocupando las primeras páginas de multitud de periódicos internacionales.

Con un subtexto contrario a la de grandes éxitos de audiencia como 24 o The Unit, el orgullo de muchos norteamericanos fue herido y de nuevo Jericho fue condenado por las bajas audiencias. Pero como bien suele decir Chris Carter, creador de Expediente X; En la televisión norteamericana nadie muere definitivamente. Así que somos muchos los que mantenemos la esperanza de que el episodio titulado Patriotas y Tiranos, no sea el último de esta infravalorada serie, y más teniendo en cuenta que los hoy fenómenos de masas Star Trek y Stargate experimentaron en sus comienzos una acogida similar.

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