martes, 19 de febrero de 2008

Ahora o nunca


La premisa de que dos hombres bien distintos coincidan en sus últimas horas apetece.
Si le añadimos el carisma genial de quienes se visten de estos moribundos, la cosa mejora, y si la oportuna fortuna de uno de los dos permite sazonar la mezcla con impresionantes paisajes a lo largo del mundo, el resultado final es grandioso. Que no creíble.
Los americanos saben hacer cine. Lo llevan en la sangre. No se puede discutir. Saben que fibras tocar para hacerte reír o para hacerte llorar, saben quién es el hombre indicado para desconfiar, odiar, o empalizar a la primera de cambio, y esto hace que la película sea un autentico mural técnica, visual e interpretativamente, en el que querer perderse. Esto hace que esta sea una auténtica película para entretenerse, de las que son cada vez más difíciles de encontrar. Y tal vez ese sea su mayor fallo.
Que nadie se engañe, la película habla de cómo enfrentarse a la vida con todas sus consecuencias, pero desde una perspectiva lejana, que precisamente invita a lo contrario, a sentarse en la butaca y desconectar, por que todo es bonito, por que lo que cuenta no termina de arañar, por que los actores no mueren en realidad y aquí se nota demasiado, y por que la película, a pesar de sus numerosas virtudes, desborda sensibilidad innecesaria por los cuatro costados.

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