martes, 12 de febrero de 2008

No country for old men


Cuando pensábamos que la inmensa genialidad de los hermanos Coen había sido totalmente devorada por la mediocridad de Crueldad Intolerable y Los Ladykillers, nos ofrecen una de esas cosas que reafirman que cuando hablamos de cine, podemos hablar también de arte. Esta pareja de cineastas regresan al planeta del que partieron, el desierto de la ya mítica Sangre Fácil, contexto de aridez y tristeza en donde nos narran como unos individuos reaccionan frente a un botín de dos millones de dólares. Partiendo de esta base tantas veces vista, nos ofrecen un estilo narrativo lento, que nos aproxima a los sentimientos de los personajes y comprendemos el por qué de sus acciones. Personajes que solo dicen lo necesario, y lo necesario son diálogos que rozan la genialidad, suficiente como para cubrir el vacío de una banda sonora. Pero la grandeza de los directores de Fargo es envolver esto con una bella fotografía, un fluido montaje, y una dirección de actores digna de aplauso. Una brillantez, que se oculta tras la sombra de una de esas actuaciones que elevan el estatus de una película al de clásico, sí, hablo de Javier Bardem y su Anton Chigurh.

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