martes, 19 de febrero de 2008

Eduardo sustituye las tijeras por la cuchilla


Tim Burton regresa con Sweeny Todd al cine que más le gusta, tras su ¿decepcionante? Charlie y la Fábrica de Chocolate, y para ello exprime toda su capacidad artística, a la vez que entra en un terreno desconocido para él, el género musical. Muchos pueden criticar le a este excéntrico director de que su estilo no ha evolucionado desde que debutase en el mundo del cortometraje hace más de 25 años, pero lo que es innegable, es que ha sabido colorear todos los géneros con este estilo, desde el biopic, con Ed Wood, hasta los cuentos de Navidad, Eduardo Manostijeras, pasando por las adaptaciones de cómic o la ciencia ficción, y siempre con unos resultados exquisitos, como es la película que nos ocupa. Y es que a pesar de que no se trata de su mejor obra, como muchos han intentado describir, nos encontramos frente una película que gustará tanto a los amantes del musical, como aquellos que lo detestan, y entusiasmará a los fans del director. Pero a pesar de haber disfrutado a lo largo de las 2 horas, una vez concluidos los créditos finales, el espectador acabará con cierto sabor agrio.
La película cuenta con un reparto coral que roza la brillantez, en el que destaca un soberbio Johnny Deep, serio candidato al Oscar si no fuese por Daniel Day Lewis, además de un diseño artístico, fotografía y maquillaje que provocan que cada fotograma sea digno de ser expuesto en ARCO. Pero toda esta genialidad cinematográfica, es el envoltorio de un guión que no está a la altura, con una historia mil veces vista, y que aborrece, simplemente es un cuento de un barbero asesino. Aun así, es una de esas películas para las que vale la pena pagar la entrada.

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